miércoles, 9 de marzo de 2016

Òrìsà Obaluàyé - Sònpònná

Obalúaiye (Rey de la tierra caliente) o Omolú (el niño del calor) son los nombres generalmente dados a Sànpònná, Dios de la viruela y de las enfermedades contagiosas, cuyo nombre es peligroso pronunciar. El es aquel que enferma a los malhechores e insolentes enviándoles la viruela y diferentes epidemias. El culto a Obalúaiye, así como el de Nanã Buruku, parecen formar partes de sistemas religiosos pré Odùduà. Ni uno ni otro consta de la lista de los compañeros de Odùduà cuando su llegada a Ifé. Pero algunas leyendas de Ifá dicen que Obalúaiye estaba ya instalado en Òkè Itase antes de la llegada de Òrúnmìlà, que formaba parte de aquel grupo. La antigüedad de los cultos de Obalúaiye y Nanã Buruku, frecuentemente confundidos en ciertas partes de África, es indicada por un detalle del ritual de los sacrificios de animales que le son hechos. Ese ritual es realizado sin el empleo de instrumentos de hierro, indicando que esas dos divinidades formaban parte de una civilización anterior a la Edad del Hierro y a la llegada de Ògún que vino con Odùduà. Algunas leyendas hablan de Obalúaiye y Nanã Buruku contra Ògún. Los primeros se rehusan a reconocer la antigüedad del Dios del Hierro como siendo anterior a la de ellos propios y, en consecuencia, de servirse del hierro en sus actividades. Esa disputa entre divinidades podría ser interpretada como el choque de religiones pertenecientes a la civilizaciones diferentes, sucesivamente instaladas en el mismo lugar y datando de periodos respectivamente anteriores y posteriores a la edad del hierro podría también ser consecuencia de la diferencia de origen de pueblos venidos, unos del Este con Odùduà y otros del Oeste, anteriores a ese acontecimiento. El lugar de origen de Obalúaiye es incierto, pero hay grandes posibilidades de que haya sido en territorio Tapá (o Nupê). Si ese no es su origen, sería por lo menos un punto de división de creencia. Frobenius escribía que le hubia sido dicho en Ibadan que Obalúaiye había sido, antiguamente, Rey de los Tapá. Tuvimos oportunidad de asistir a bellisimas ceremonias en un lugar llamado Isaba, en el Holi del ex-Dahomé, en 1953 una época en que el modo de vista en esa región estaba aún preservado de los beneficios de las civilizaciones extranjeras. Fue poco antes de ser abierta la carretera Pobê—Kêto en esa región pantanosa, donde hasta entonces ningún lecho de carretera había resistido a las estaciones lluviosas. Esas fiestas se realizaban en un templo de Obalúaiye, que tenían el nombre de un río, Idi, ese río corría cerca de ese local en la región Ahori, del lado Nigeriano de la frontera. El templo consistía en un gran cercado rústico, hecho de estacas clavadas en el suelo, delimitando en llena floresta el espacio consagrado al dios de la viruela. En el centro se encontraba un montículo de tierra, sobre lo cual había una olla de barro (Ajere), cuya tapa llena de orificios, recuerda las cicatrices dejadas por la viruela, simbolizando la acción del Rey dueño de la tierra contra los malhechores y los insolentes. Dos cabañas de estilo Holi estaban situadas una enfrente la otra en los dos extremos, eran cabañas concebidas para el clima de esa región con paredes de bambu y tejados de paja, además de ellas había un gran refugio sin paredes ni vallas que servía como local de reunión, cocina, refugio contra las intempéries o dormitorio para las personas que venían a tomar parte en la fiesta. Volviendo la ceremonia, ella tenía por objetivo mostrar las primeras danzas de los iniciados en público. En la noche de la víspera, hubo un àìsùn (no dormir). Alrededor de las ocho horas de la noche, los participantes del culto de Obalúaiye estaban reunidos en el gran refugio, sentados sobre esteras. Los iniciados estaban acostados en el suelo, con la cabeza raspada, aire ausente, vestido con un paño bordado de búzios y amarrado en el hombro izquierdo, tenían incontables pulseras, hechas de búzios, amarrados alrededor de los pulsos y de los tobillos, y traían la tiracolo largos collares hechos de búzios de manera a imitar escamas de cobra, semejantes a los ya mencionados la Oxumaré, llamados brajá en Brasil. Tenían el rostro, las manos y los pies abundantemente salpicados de polvo vegetal rojo, osùn. Los atabaques batían de tarde en tarde un ritmo vivo e intermitente que animaba algunos de los asistentes a bailen por algunos instantes. Pequeñas lamparinas de aceite (fìtílà) iluminaban suavemente la asamblea. A la medianoche, trajeron una copa de barro contiendo aceite, en la borda de la cual colocaron mechas de algodón y las encendieron mientras las lamparinas eran apagadas. Toda la asamblea se sentó alrededor y uno de los responsables por el culto empezo a lanzar substancias y hojas sobre las llamas, pronunciando palabras constrangedoras. Sus manos pasaban y repasaban por encima del fuego, que ahora brillaba y crepitava quemando aquellas substancias, ahora vacilaba, pareciendo extinguirse, pero se reavivaba con nuevas dosis de productos y hojas. La asistencia seguía atentamente todas esas operaciones. Sin embargo, la llama terminó por borrarse. La oscuridad fue total y los asistentes sueltan un grito prolongado. Cuando las lamparitas fueron nuevamente encendidas, la copa no estaba más allá. Todo el mundo retomó un aire alegre y aliviado. El gris, resultante de ese trabajo, iba a ser mezclada a las bebidas y a los baños rituales dados a los iniciados. En el día siguiente por la mañana, los iniciados hicieron la tradicional descendía al rio y en el comienzo de la tarde, se realizaron las primeras danzas en público. Sus evoluciones eran acompañadas por las de sus iniciadores y de diversos sacerdotes de Obalúaiye, venidos de los templos de las aldeas vecinas. Los trances se manifestaban con grandes gestos de brazos, inclinaciones de cuerpos para el frente y para atras y con una tal violencia, que los elégùn parecían estar a punto de pierder el equilibrio. Los asistentes venían inmediatamente a amparar y abrazar sus cuerpos agitados, luego los trances se calmaron y fueron todos a inclinarse delante del montículo de tierra cubierto por el ajere, y nuevamente a bailar. Se podía observar el aire trocista y desconectado de los más viejos, en contraste de la expresión concentrada y tensa de los iniciados. Esos tenían una escoba en las manos, llamada África ilewo y en Brasil Xaxará de Obalúaiye y en Cuba los Arará lo laman jay, símbolo de la propagación y de la cura de las enfermedades. En Brasil y en Cuba, como en África, Sànpònná es prudentemente llamado Obalúaiye o Omolu. Las personas que le son consagradas usan dos tipos de collares: El lagidiba, hecho de pequeñitos discos negros hilados, o collar de cuentas marrones con listas negras, cuando el dios se manifiesta sobre un de suyos iniciados, él es acogido por el grito Atotô. Sus hijos bailan enteramente revestidos de paja de la costa. La cabeza también es cubierta por un capuz de la misma paja, cuyas flecos recubren su rostro. En conjunto, parecen pequeños montes de paja, en cuya parte inferior aparecen piernas cubiertas por pantalones de renta y en la altura de la cintura, manos blandiendo un xaxará, especie de escoba hecha de nervios de hojas de palmera, decorada con búzios, cuentas y pequeñas cabaças que se suponen contener remedios. Bailan curvados para el frente, como que atormentados por dolores, e imitan sufrimiento, las tos y los temblores de fiebre. En el odù Ogbè Ògúndá se explica que Obalúaiye hizo su entrada en la tierra de los Arará de Dahomey. Y esta más que claro en el òdu Ìretè Òbàrà que a Obalúaiye lo botaron de su tierra los yorùbás. Sànpònná, Asojano, Obalúaiye o como le deseen llamar es del dominio pleno de los Dahometanos, pueblo ubicado en Benin lugar de donde llegaron los secretos de la deidad Asojano. A esta egnia se le conoce en Cuba con el nombre de Arará, son ellos los que llevaron ese secreto a Cuba, son ellos los que realmente consagran Asojano en Arará, pues para entregarlo se debe de estar consagrado en Asojano en Arará o estar consagrado en algun voodun Arará. Asojano habla a través de Ifá, el no habla a través del oráculo érìndínlógún. Asojano es fañoso al igual que Osányìn, el único interprete de Asojano es Ifá. Los Babaláwos que eran consagrados en Ifá en Arará y manejaban las ceremonias de este, eran llamados Bokonos, ellos eran los encargados de realizar los Itas del voodun Asojano. Ifá en tierra Dahometana era conocido como Fá. Òrúnmìlà tambien era llamado Afafá, a ellos les llego el sistema de adivinacion de Ifá, sinembargo ellos no adoraron a Òrìsàs, ellos adoraron Voodun. Sònpònná, Asojano o Obalúaiye es considerado como hijo de Òrànmíyàn y Yemòjá. Este era de naturaleza cruel y tenía el hábito de ser problemático. En cierta ocasión tuvo una pelea con un hombre y lo mató. Sus padres, para castigarlo, lo echaron de su casa. Sin hogar, comenzó a vivir en la calle hasta que un hombre de gran conocimiento médico lo recogió y lo hizo su esclavo. Luego le enseñó el arte de preparar pociones mortales y venenos. Con su nuevo conocimiento, comenzó a derramar "líquidos" en la tierra en diferentes partes de la ciudad, por esa razón muchas personas se enfermaron de viruela. Haciéndose pasar por doctor, llegó dando esperanza de que podría curar la epidemia, la gente se le acercó a pedir ayuda. Sònpònná curó a algunos pero a la vez mató a muchos. Obviamente él poseía inmunidad y mientras los otros médicos que intentaban curar a las personas morían, él seguía vivo por eso se le deificó y se le temió en todas partes. Las personas que mueren de viruela nunca son enterradas por personas ordinarias, sólo los devotos de esta deidad se encargan de esta labor. Los familiares del fallecido deben gastar mucho dinero el cual es entregado al sacerdote de Sònpònná, luego éste envía a sus asistentes por el cadáver.

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